LOS PECADOS CAPITALES de...
Cayetana Cabezas: «Pecar es necesario e imprescindible, como respirar»
La actriz estrena el próximo viernes en el Teatro Lara de Madrid la comedia coral 'Madres', dirigida por Elena Díaz Barrigón
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Cayetana Cabezas es actriz ('Machos alfa', 'Servir y proteger', 'El secreto de Puente Viejo'), pero también es dramaturga, escritora, arquitecto… Esta inquieta y polifacética belleza y sus ojazos verdes estrenan el viernes 13, en el Teatro Lara de Madrid, la obra 'Madres', ... una comedia coral sobre la maternidad, dirigida por Elena Díaz Barrigón, que promete ser todo un éxito. Se confiesa, sin reparos, hedonista y pecadora nada más llegar. Pisando fuerte.
Cayetana Cabezas: Pecar es necesario e imprescindible, como respirar. No le veo connotación negativa por ningún lado a los pecados. Lo asocio al placer y, como hedonista orgullosa de serlo, para mí es vital pecar.
Iba a decirle que le perdonaba uno…
Es que no quiero renunciar a ninguno. ¿Será eso avaricia?
Creo que sí. Empieza pecando muy bien. ¿Sería ese su pecado capital?
Puede ser, sí, pero porque gracias a él puedo cometerlos todos.
¿Y cuál disculparía a los demás?
Quizá la lujuria. Porque me gusta ver a la gente feliz y la lujuria la asocio a una felicidad que me resulta muy atractiva. No me imagino a alguien disfrutando de la vida sin una dosis de lujuria. Yo, que odio las prisas, siempre tengo tiempo para la lujuria. No solo me parece disculpable, sino deseable.
Me resulta difícil imaginarle, tan disfrutona, sucumbiendo a la ira. ¿Alguien es capaz de despertarla en usted?
Absolutamente. En realidad es al revés, es poca la gente que no me despierta ira. Por eso, con los años, he ido cribando amigos y dejando fuera de mi vida a quien no me hacía bien. El teatro me ayuda a transformar esa ira y a no acabar en la cárcel. Entre el teatro y mi psicoanalista vamos controlando la situación (ríe).
No se resiste a ninguno, Cayetana. Se está entregando totalmente a los placeres del pecar.
La verdad es que sí. Sin ningún remordimiento, además. Ni siquiera los asocio a algo negativo, al revés. Lo asocio al placer y yo, sin placer, no entiendo qué hacemos aquí.
Intento pensar en uno que no la seduzca. ¿La gula quizá?
Tampoco. La gula la practico, la disfruto y, además, la inyecto en los demás. Querer probarlo todo no es mi problema. Mi problema es que, de lo que más me gusta, me quiero hartar. Es una gula muy específica. No es dispersa, no. Es de eso que me gusta. Hasta que me echen o no quede más.
O sea, que es capaz hasta de envidiar a quien lo goza.
Se me había olvidado la envidia. Quizá sea ese el pecado que menos practico. Soy más de endibias que de envidias. Aunque si la envidia es generada por inspiración y es un paso para crecer, es proactiva, me la quedo también.
Entonces todos sus pecados, que son todos los que hay, son confesables
No solo son confesables sino que me enorgullecen. Igual esto que voy a decir me hace caer en la soberbia, pero tengo una relación muy sana con el pecado.
Pues creo que sí. Y con esto estaría dándose la razón a sí misma y a su negativa a renunciar a ningún pecado. Solo nos quedaría la pereza. ¿Cómo lo ve?
Yo a la pereza la llamo descanso y lo disfruto mucho.
No hay manera. ¿No le da pereza pecar tanto?
Me dan pereza muchas cosas, y mucha gente, y muchas situaciones. Pero como trato de evitarlas, pues ya no me la dan. Si llegamos a tener esta conversación hace veinte años, a lo mejor me pilla enfrascada en otros lugares. Pero ahora una se va sacudiendo, porque cada vez queda menos tiempo, y pecar tiene que convertirse en un método más fino.
Está usted depurando la técnica pecadora.
Estoy buscando la excelencia, sí.
Me rindo. Los tiene todos.
¿Me invento alguno?
No, porque lo cometerá también. Estoy segura.
No es culpa mía. Es que soy así.
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