Simon Yates, el inglés que viene del pasado

Nadie contaba con el triunfo del gemelo Yates (su hermano idéntico Adam ha sido gregario de Isaac del Toro en la carrera) a la vista de los precedentes. El Giro ha sido una carrera de obstáculos que Del Toro ha salvado con la exigencia de las expectativas de la 'maglia' rosa: la rivalidad en su equipo con Juan Ayuso, la oposición suave de Roglic, los 'crochets' de Carapaz en el último tramo del Giro. Pero nada de Simon Yates hasta el puerto de la Finestre, el penúltimo día.

En la Finestre cobró vida para la eternidad Chris Froome, autor de una obra de arte antológica, lanzado hacia su primer Giro en uno de los puertos más complicados del mundo, una hora de agónica ascensión y los últimos ocho kilómetros de tierra. La víctima fue Simon Yates.

Un duelo de británicos en una era de gobierno de los hijos de las islas. El gurú de la preparación Dave Braislford, padre ideológico del Sky (ahora Ineos), había imaginado una inversión geopolítica del ciclismo. El pelotón, los patrocinadores, las multinacionales que fabrican bicicletas dejaron de hablar el francés, idioma oficial de este deporte por la prevalencia del Tour de Francia, para cambiar al inglés. El mejor equipo era británico, también los vencedores del Tour (Wiggins, Froome, Thomas...), del Giro y de la Vuelta (Simon Yates se impuso en 2018).

Simon Yates proviene de esa revolución cultural auspiciada por Brailsford, antiguo seleccionador inglés de pista. A los gemelos Yates, el ciclismo los convocó para siempre a las puertas de su casa en Bury. En esta localidad cercana a Mánchester nacieron y vivieron los hermanos en una casa de tradición ciclista, el padre corredor amateur. Y en esta ciudad de volcánica rivalidad futbolera entre el City y el United se levantaba el epicentro del ciclismo en pista de Inglaterra, el velódromo de Mánchester.

En la pista aprendieron el oficio, tan distinta la modalidad de los códigos de la carretera. Codazos, velocidad y frenesí en el velódromo; paciencia, esquivar el aire y resistencia en el asfalto. Simon Yates fue campeón mundial de pista con 17 años, la escuela Brailsford funcionaba, pero el vecino de Bury tenía un problema. El peso. Demasiado liviano para la pista, donde se necesitan piernas como columnas y un peso para soportar los vaivenes en la pugna por la mejor posición.

Los gemelos Yates, siempre de la mano, abandonaron el velódromo e ingresaron en el pelotón profesional en la época más excitante para el Reino Unido. El Sky de Wiggins y Froome eran los dueños del Tour. Este equipo los tentó a ambos, pero los Yates se soltaron de ese hilo: mejor la libertad de trabajar para sí mismo que la obligación colectiva de servicio de un gregario. El Orica, que estaba lleno de velocistas, les permitía ser líderes en las grandes vueltas.

Simos Yates ha permanecido desde 2014 en el mismo equipo con sus diversos patrocinadores hasta el invierno pasado. Diez temporadas, pocos casos de tanta fidelidad en el pelotón profesional. Este año dio el salto al Visma, el gigante holandés que perdió a Roglic y tiene como capitán a Vingegaard para el Tour.

A Yates lo contrató Visma para este segundo escalón, el Giro o la Vuelta. Y el británico pidió a cambio tener el mismo entrenador que Vingegaard, Tim Heemskerk. «Es una de las razones por las que estoy aquí, porque quiero aprender de los mejores», manifestó Simon en su presentación con el Visma. Cuatro meses después de inaugurar la temporada, ha recompensado al equipo neerlandés con un trofeo premium.