Los rockeros de Granada lloran el cierre del Ruido Rosa, su templo más venerado
Abierto en 1987, ha sido el pub favorito de la escena local, que acudía sobre todo para escuchar buena música a buen volumen
Allí se fraguaron muchos grupos y un buen número de artistas nacionales y extranjeros que tocaban en la capital aprovecharon para tomarse unos tragos en el local
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La noticia se corrió como la pólvora: «¡Han visto a Joe Strummer en el Ruido, estaba allí tomándose unos tragos con los de los Cero!» Strummer era cantante y guitarrista del grupo británico The Clash, el Ruido era el pub Ruido Rosa y los Cero eran y siguen siendo 091, banda de rock granadina por antonomasia. El músico ya falleció y el bar ha anunciado que a finales de junio echa el cierre, y con ese anuncio, los viejos (y no tan viejos) rockeros del lugar han sucumbido a la nostalgia. Que no es buena ni mala; es inevitable.
«Tengo miles de recuerdos, fueron muchas noches las que pasé allí, fue un bar que marcó una época y que aglutinó a un montón de gente que tenía pasión por la música y que, en algunos casos, charlando en las escaleras del exterior, que estaban siempre de bote en bote, decidieron montar un grupo», recuerda José Ignacio García Lapido, líder de los mencionados 091.
Lapido fue el primer dueño del local junto a su compañero de banda Tacho González, su hermano Javier García Lapido y Paco Ramírez, estos dos últimos ya fallecidos. Aquello ocurrió en 1987, cuando en Granada la gente se movía por la noche por sitios como el Silbar. Los Cero ya tenían tres discos en el mercado y sí, eran amigos de Strummer, que les había producido el segundo de ellos. «Se pasó algunas veces por allí, claro, como luego han hecho otros muchos músicos, de España y de fuera, que tocaban en Granada», rememora el compositor granadino.
Eran tiempos bulliciosos. En Madrid ya apenas se hablaba de la movida, pero en el resto de España surgían grupos de debajo de las piedras y se abrían garitos donde los aficionados acudían a escuchar música. El Ruido (porque el adjetivo Rosa pocos lo han empleado) fue pionero por su programación, porque allí no se pinchaba lo que cualquiera podía escuchar en la radio, sino canciones de los años sesenta y setenta, de formaciones poco conocidas que, recuerda José Ignacio Lapido, venían «en discos que nosotros mismos aportábamos, que eran nuestros».
Esa dinámica, la de poner música de estilos muy determinados –pop, beat, psicodelia, garaje, rhythm & blues- y al margen de modas, se ha mantenido casi siempre. Y la fórmula funcionó. A finales de los ochenta y en los noventa, el recorrido del rockero incluía obligatoriamente una parada en el Ruido, aunque no se despreciaban otras opciones como la Cúpula, la Factoría o, un poco más adelante, La Percha y ElPeatón. Y siempre estuvo el Blus, que de hecho se mantiene abierto todavía.
La recordada etapa con Víctor al frente
En el año 2000, el local ya había cambiado varias veces de mano y al mando estaba Víctor García Lapido, otro hermano de José Ignacio. Lo frecuentaban mucho Antonio 'Noni' López y Alejandro Méndez, dos lojeños que habían empezado a tocar juntos al frente de un grupo al que llamaron Lori Meyers. Noni, de hecho, fue primero cliente y después estuvo detrás de la barra.
¿Estaba ya la barra a la derecha o seguía a la izquierda? No es una pregunta tonta: los más viejos del lugar se vanaglorian de haber conocido el Ruido «cuando la barra estaba a la izquierda», y eso era un punto a su favor, una demostración de que la veteranía es un grado, frente a quienes sólo recuerdan el pub tras la reforma que se le hizo a finales de los noventa.
«Fue el año en el que nos vinimos a vivir los dos a Granada –recuerda Alejandro Méndez- y nos alquilamos un piso en la calle Gonzalo Gallas, que nos pillaba muy cerca, así que íbamos muy a menudo a empaparnos de aquel musicón que ponía Víctor, y también a ver a los grupos que tocaban allí».
Porque en el Ruido Rosa también hubo música en directo. A cualquiera que vea el local le parecerá casi imposible porque es muy pequeño, de ahí que lo normal era programar conciertos de pequeño formato o en plan acústico. Pero también se han escuchado baterías allí dentro. Y apenas hubo quejas de los vecinos por ello, puesto que en la primera planta de ese edificio de la calle Sol no había una vivienda sino una autoescuela. Sí que hubo problemas, y también multas, por las aglomeraciones en el exterior.

Luis Arronte, periodista, músico y cliente asiduo, se subió a aquel escenario. «Fue especialmente bonito un homenaje que hicimos unos cuantos a Nick Drake, no sé con qué excusa, tocando versiones suyas. Era algo complicado porque Drake usaba afinaciones muy complejas, así que en el escenario (mini escenario) tuvimos como cinco guitarras con afinaciones distintas».
También se acuerda de conciertos de otros, entre ellos el de Rafa Berrio, recientemente fallecido. «Un tío tan menudo, un bar tan lleno, y el aplomo y la importancia que tenían esas canciones. Una noche memorable, al menos de la parte que me acuerdo», comenta.
«Tenemos una sensación de tristeza porque ha sido un bar mítico», prosigue Alejandro Méndez, que no oculta que Lori Meyers le debe parte de su carrera musical al Ruido. «Una vez se pasó por allí un cliente catalán y estaba sonando una maqueta nuestra, porque nosotros estábamos empezando. Le gustó, le preguntó a Noni quiénes eran los que sonaban, reveló que estaba en el negocio de la música, se llevó la maqueta y desde Barcelona nos llamó para ofrecernos nuestro primer contrato».
«Yo no vivía aún en Granada, pero venía expresamente para pasarme por el Ruido Rosa», comenta Andrés López, guitarrista de Niños Mutantes, un grupo que desapareció en 2024 pero que, mientras duró, pasó muchas horas en ese pub y en El Peatón. «Me apenó mucho saber que cerraba El Peatón y ahora me pasa lo mismo», reconoce.

Iba porque allí sonaba la música «muy bien» y eso, que para él es fundamental, es algo que «se va perdiendo, es un tipo de ocio que creo que no volverá, y no me quiero poner en plan Abuelo Cebolleta pero me parece que es así». Al Ruido, los amantes de la música iban a sobre todo a escuchar, destaca. «Luego, también es verdad que bebíamos, es posible que mucho», admite. Tiene claro que era «un bar de músicos», donde se forjaron muchas alianzas, se cerraron muchas quedadas para tocar. Y de vez en cuando se veía en la barra a gente conocida: Bunbury, el dúo Amaral, la gente de M-Clan…
Lo del sonido es algo que también llama la atención a Luis Arronte, que para explicarlo recurre…a Lori Meyers. «Noni traía las maquetas de su grupo para poder escucharlo en los bafles del Ruido, que siempre tuvieron una fama excelente en cuanto a calidad de sonido. Si en el Ruido sonaba bien, la mezcla era buena», sentencia.
Todos los nombrados se acuerdan de los camareros, el alma de aquel local. De Noni y también de Pablo, de Jimmy o de Natalia. Daban de beber al sediento, pero también eran depositarios de confidencias, ocasionales paños de lágrimas, amigos y compañeros de afición de los que estaban al otro lado.
Cambian las cosas, los bares, los tiempos y las personas. El botellódromo que hubo en Granada entre 2006 y 2016 vació muchos pubs y el Ruido llegó a echar el cierre en 2017, algo a lo que también contribuyó el que le prohibieran la música en vivo. Pero meses después retomó la actividad de la mano de una pareja, Sergio y Nazira, que lo han mantenido en marcha hasta ahora. El ambiente varió un poco y la música también. Más dj´s, más electrónica.
Punto final
De forma muy elegante, los dueños han anunciado que el 30 de junio se acaba la historia. No especifican los motivos, pero se apunta a que probablemente el principal es que se van a endurecer las sanciones contra los locales que sobrepasen el límite de decibelios. De ser así, la paradoja está servida: el ruido acaba con el Ruido.
No sabe exactamente si es por eso, pero si lo es, Juan Jesús García lo ve fatal. El más conocido periodista musical de Granada, que no sólo frecuentó el Ruido sino su precedente, el bar Urgencias, ha pinchado entre esas cuatro paredes y resume lo mucho vivido allí tirando de clásico: «Si esas escaleras hablaran…». Reconoce que ya no frecuenta mucho los pubs pero lamenta los mordiscos que se le han dado a la música en directo. «Como siga así la cosa, vamos a tener que hacer otra procifestación», ríe, recordando la que reunió a unas cinco mil personas en la calle en el año 2012.
Un muy inspirado adiós al templo musical le da Antonio Arias, líder de Lagartija Nick: «Ha sido un sitio de músicos, un punto de encuentro para una escena efervescente y dispersa donde se crearon muchísimos proyectos, y también se destruyeron algunos, por donde hemos pasado todos los músicos de la escena granadina. Allí he pinchado, he tocado, he pasado muchísimas horas en la escalera, y siempre he llegado a casa con una sonrisa por haber estado en un sitio especial con gente especial. Ha cumplido su misión con honores y ante eso me quito el sombrero».
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