Ainhoa Arteta, sobre su experiencia con la muerte: «No vi el túnel ni la luz, estaba suspendida en una imagen de galaxia»
La soprano ha hablado en 'Cuarto Milenio' sobre un terrible episodio ocurrido hace cuatro años
«Muere el cuerpo, pero no muere el alma», ha asegurado la soprano
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Aquello ocurrió hace cuatro años, una experiencia sobrecogedora que marca toda una existencia. Fue cuando una bacteria se desarrolló en el organismo de Ainhoa Arteta y derivó en una septicemia. Ahora, tiempo después, ha hablado sin tapujos sobre aquel trascendente suceso en 'Cuarto Milenio' con un aviso: «Si yo verbalizo esto, no hago daño a nadie; simplemente doy mi experiencia».
Ainhoa Arteta, de 60 años, ha comenzado diciendo que todo eso le ocurrió «en un estado en el que estaba prácticamente muerta» antes de pasar al relato de los hechos, que no ha dejado indiferente a nadie. Sucedió en un viaje en tren, cuando comenzó a sentirse indispuesta y mal. Tuvo que acudir a urgencias y en el hospital fue intervenida de piedras en la uretra. «Mala suerte, llámale como quieras, pero cogí una bacteria y todo desencadenó en una septicemia», ha asegurado.
La soprano lo recuerda con terror. Fue llevada en helicóptero desde su destino vacacional hasta el Hospital Virgen del Rocío de Sevilla. «No era consciente a dónde me estaban trasladando. Llegué y encontré a muchos médicos encima de mí. Solo recuerdo que dijeron que había que entubar», ha relatado antes de todo pasara a negro.
Aquel chico llorando en una silla
Lo que le quedan sus instantes, flashes que se encienden en su memoria, recuerdos de un momento en el que todo cambió para siempre en la vida de Ainhoa Arteta. «Estaba con los ojos abiertos. Oía las cosas, pero no podía hacer absolutamente nada. Nunca me olvidaré de cómo este chico al que había agarrado estaba llorando en una silla», ha rememorado.
La artista permaneció varios días ingresada en la Unidad de Cuidados Intensivos y con su vida caminando por un fino hilo. «Intentaron hacer de todo para salvarme. Mi cuerpo no reaccionaba. Quedaba solamente el corazón», ha insistido.
Ainhoa Arteta ha explicado que en un momento dado incluso llegaron a avisar a su familia cuando solo le quedaban tres horas de vida. «No me habían dado penicilina porque soy alérgica, pero los médicos necesitaban saber qué reacción iba a tener. Tomaron la decisión porque o moría de paro o de shock anafiláctico», ha señalado. Finalmente, el equipo médico tomó la decisión: administrar penicilina. Y fue cuando todo «empezó a funcionar».
«La sensación de estar en otra dimensión»
«Ese día volví a la vida... Recuerdo que había estado en un lugar donde existía un silencio absoluto, no se oía absolutamente nada. A la vez, estaba suspendida. Yo no vi el túnel ni la luz, pero estaba suspendida en una imagen de galaxia. Era un sitio oscuro con muchas luces», ha contado ante las cámaras. Y ha añadido: «Nunca había escuchado ese silencio. Muchas veces he querido volver. Quiero contarlo porque fue así. Yo estaba en ese silencio. Estaba feliz. No sentía ningún dolor. Era todo una alegría. Es verdad que veía a mis hijos y a gente que me quería en distintos lugares y llorando. Todos llorando muchísimo...».
Como es previsible, este suceso cambió su vida para siempre. También la visión de su existencia. «Hubo una cosa que distorsionó el silencio. Una especie de llama, una cosa roja que llegaba desde abajo con mucho ruido y desazón», ha dicho.
Para Ainhoa Arteta, «era mi impotencia de no llegar a mis seres queridos y decirles que estaba muy bien. No tenía sensación de muerte, era la sensación de estar en otra dimensión». La última imagen que tiene es la de su madre y su tía, ambas ya fallecidas. «Yo estaba en cruz. Me desperté así. Mi madre era como un aura. Reconocí que me agarraba la mano y me sonreía como diciéndome: 'Está todo bien'», ha contado al programa.
Y, según ha asegurado, la principal conclusión que le ha quedado pasado el tiempo es que la persona no muere. «Muere el cuerpo, pero no muere el alma. El alma es eterna y tiene mucho que ver con la energía», ha resumido.
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