de lejos
¿Qué se puede esperar de un crecido Putin tras su último pucherazo electoral?
El presidente ruso tiene ahora las manos libres para seguir con la guerra en Ucrania y recrudecer la persecución a los opositores
Putin arrasa en unas elecciones de dudosa limpieza democrática
¿Por qué se molesta el Kremlin en orquestar otras elecciones 'fake'?

Como era siniestramente previsible, más allá de algunos heroicos actos de protesta, la lucecita del Kremlin que nunca se apaga ha conseguido un quinto mandato de seis años. Un plebiscito Potemkin que, además de algo de estabilidad, permitirá a Vladímir Putin presumir de ... estatus, dentro y fuera de su banda, al superar si el cuerpo aguanta la longevidad en el poder acumulada por su genocida predecesor Stalin.
En esta ominosa ocasión, el hombrecillo de acero inoxidable ha manipulado su última pantomima electoral de tres días en Rusia hasta conseguir un grotesco 85% de todos los votos manufacturados. Es decir, una propina del 10% adicional sobre el resultado de su anterior patraña electoral. Todo tan 'fake' que es absolutamente incompatible tanto con los mínimos estándares de unas elecciones democráticas como el debido respeto a los derechos civiles y políticos.
No hace falta sacar del cajón el 'pactómetro' para entender este paisaje de ilegalidad. Basta con un gráfico circular dividido en tres porciones: los rusos que han votado una vez por Putin; los rusos que han votado dos veces por Putin; y el aleccionador porcentaje de rusos que durante este proceso electoral se han caído por una ventana. De acuerdo a las inolvidables palabras pronunciadas por Frank Underwood en House of Cards, «la democracia está tan sobrevalorada».
La lista de países que se han apresurado a felicitar esta apestosa plusmarca lo dice todo: Irán, Birmania, Bolivia, Corea del Norte, Cuba, Honduras, Nicaragua, Venezuela, República Popular China, Siria, Tayikistán y Uzbekistán. El crecidito autócrata también lo ha dicho todo al calificar por primera vez la persecución, tortura y asesinato de Navalni como «así es la vida». Además de volver a vacilar con la Tercera Guerra Mundial para proseguir con la reconstrucción de su imperio.
Lo que no es postureo es que Vladímir Putin seguirá en el Kremlin hasta 2030 mientras la economía rusa de guerra repunta hasta crecer un 3,6% el año pasado, la disidencia ha sido exterminada y sus tropas recuperan la iniciativa en Ucrania. En esta coyuntura de poder ilimitado, sin oposición parlamentaria o sociedad civil organizada, sus compatriotas son los primeros en preguntarse sobre las implicaciones de un quinto mandato de Putin. Uno de los principales temores es otra gran movilización militar para cubrir las cuantiosas bajas acumuladas en el frente ucraniano.
Dentro del terrible dilema de Pablo Escobar -plomo o plata- la inquietud de los rusos abarca otras cuestiones existenciales como la economía y sus bolsillos. Algunos temen que el rublo vuelva a depreciarse, aumentando el coste de las importaciones. Los más privilegiados intuyen más impuestos para apuntalar el 40% del gasto público destinado a la guerra. Mientras que los activistas de la oposición prevén medidas todavía más brutales contra los que cuestionen el poder omnímodo de Putin o tan siquiera se atrevan a decir la verdad.
Relativamente libre para actuar a su antojo, la cometa sin hilo del Kremlin no es solamente una amenaza para Ucrania sino también para el resto del mundo. Coincidiendo con las próximas elecciones al Parlamento Europeo, previstas para junio, en Bruselas se plantean toda clase de escenarios desestabilizadores. Desde una forzada crisis veraniega de refugiados hasta que las tropas rusas logren romper el frente y plantearse en Odesa, convirtiendo a Ucrania a un país económicamente inviable.
En un radio de acción más largo, la lista de previsibles amenazas incluye sembrar todavía más discordia en África y Oriente Medio, paralizar aún más Naciones Unidas, desplegar armas nucleares en el espacio e incluso poner a prueba el principio de seguridad colectiva de la OTAN. Un horizonte internacional que fácilmente puede pasar de problemático a tenebroso si Donald Trump gana las elecciones presidenciales de noviembre en Estados Unidos y prosigue la cada vez mayor dependencia de Moscú de China.
Es cierto que la capacidad de Occidente para influir dentro de Rusia es muy limitada. Pero asegurarse de que Putin no se sale con la suya en Ucrania es posiblemente la mejor manera de disuadirle para no ir más lejos. Su fracaso militar es lo único que puede evitar que su quinto mandato se prolongue hasta un sexto.
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