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la huella sonora

Antes uvas que cubas

No hay forma de mirar hacia la Ribera del Duero sin tropezar con el nombre de Luis Sanz, un buen hombre que creía en los valores y las personas

Imagen de archivo de Luis Sanz Busto, fundador de la bodega Dehesa de los Canónigos ICAL
José F. Peláez

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Hasta los años 90, la Ribera del Duero era una zona deprimida y olvidada, un paisaje pobre en el corazón de Castilla, con más historia que personas y más personas que vino. Para más tristeza, el poco vino que había era de escasa calidad. Había ... algo de decadencia en aquellos pueblos llenos de polvo donde el abandono de los siglos y la droga de los ochenta dejaron cicatrices de las de espejo. Las viñas se arrancaban para plantar cosas más productivas, como, por ejemplo, nada. Si desde entonces se ha ido convirtiendo en un éxito, en una especie de Toscana vaccea y en una denominación de origen importante con bodegas extraordinarias, reconocimiento internacional y cierta mitología no se debe a la suerte ni al azar sino al trabajo del hombre, de muchos hombres, pero de hombres solamente, con sus malas tardes, sus bocas secas y sus nucas rojas de tanto soportar el viento de noviembre y el sol de julio. Uno de ellos fue Luis Sanz, 'alma mater' de 'Dehesa de los Canónigos', un buen hombre, un buen padre y un hombre sabio que la semana pasada nos decía adiós para siempre.

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