todo irá bien
Madrid, los celos. Barcelona, envidia
En Madrid vais a misa para ver a Dios, en Barcelona para que Dios nos vea
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El 'pop-up' de Dios
En Madrid son celos y en Barcelona la envidia. En Madrid importa quién es más amigo del Rey o quién está en una cena o en una fiesta. Madrid es hortera, efervescente, letal, divertidísima, lo que florece y lo que se derrumba a veces el ... mismo día, una función permanente en la que las cosas no son más de lo que parecen aunque no se parezcan a sí mismas. En Madrid hasta las sombras van apuñaladas. Nervio, velocidad, vértigo, el que no figura, no existe. Cuando llegas a Madrid y no te gusta, Madrid no piensa en los defectos que tiene sino en que tú eres un imbécil. En Barcelona hemos tenido ocho años de Colau y 14 de proceso independentista para demostrar hasta qué punto entre el odio y el amor preferimos el desprecio.
Barcelona es la envidia. El dolor causado por el bien ajeno. Las revoluciones fracasan porque no son generosas pero son sangrientas porque para el otro queremos el máximo sufrimiento. En Madrid gustan los barcos y los aviones privados y en Barcelona dan ganas de destruir a quien los tiene.
En Barcelona, de quién seas amigo es tu problema. Salir de noche es hacer el ridículo a partir de los 30. Si todavía vas a fiestas, eres un nuevo rico con el que no queremos ni empezar a relacionarnos. En Barcelona fascina el dinero amontonado, el que está en el banco aunque no sirva para nada. Y si lo ocultamos no es por miedo a que nos roben sino para mantener el misterio y que nadie piense que otro tiene más. En Madrid vais a misa para ver a Dios, en Barcelona para que Dios nos vea.
Madrid crea a Madrid. Madrid se dinamiza en el 'show' pirotécnico de desplegar el poder y los recursos, pero los negocios se realizan con la ambición de crecer y de ganar aunque sólo sea para presumir más y mejor. Barcelona destruye a Barcelona, todo se hace por la espalda, para que no se sepa y cualquier operación contiene el deseo de lesionar a un tercero. Madrid usa el fin para asaltar los medios. Barcelona usa la supuesta superioridad de su estilo para disimular la impotencia de lo que no logra. Madrid tras el Covid-19 se quitó antes la mascarilla para celebrar y que se viera. Barcelona la llevó más tiempo para explotar el victimismo enfermizo y el hacer unos meses más lo nuestro sin que se nos viera.
En Madrid gusta lo nuevo, el chascarrillo fúnebre, el rumor aunque no sea cierto. Mañana inventaremos otros si no te gustan estos. En Barcelona se dicen menos cosas, todas graves y en voz baja y nada alegra tanto un almuerzo como la caída de un imperio. En Madrid un hombre se lía con la mujer de su amigo porque le excita lo prohibido. En Barcelona se lía con la amante de su amigo, porque le excita saber que es la que más ilusión le hace. Ser de Madrid es hacer listas de gente 'cool' a las que invitar a tu próxima fiesta. Ser catalán es hacer listas mentales del resentimiento para saber a quién delatar cuando llegue la próxima guerra y quedarse con todo lo que tiene.
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