11 de junio
El infierno de Los Ángeles
Los lectores de ABC reflexionan en sus cartas sobre la revuelta de Los Ángeles y las tareas que deberá acometer León XIV
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Los disturbios de Los Ángeles no tienen absolutamente nada que ver con una protesta pacífica. Lo que allí ocurre es pura violencia, una destrucción descontrolada y una turba que aprovecha la ocasión para sembrar el caos en las calles, quemar banderas y atacar a los agentes de Policía. Resulta alarmante ver cómo ciertos sectores –especialmente desde el espectro político de izquierdas– intentan presentar este caos como una expresión legítima de protesta ciudadana.
Cualquiera que observe las imágenes y los informes con sentido común se da cuenta de inmediato: no son manifestantes, sino agitadores violentos cuyo único objetivo es causar el mayor daño posible. Vehículos policiales han sido incendiados, agentes atacados con piedras y calles enteras devastadas. Que las Fuerzas del Orden se hayan visto obligadas a replegarse en formación de protección para salvar sus vidas es una situación absolutamente intolerable.
Más escandalosa aún es la inacción del Gobierno californiano. Que el gobernador haya perdido el control de su propio Estado ya no es ningún secreto, e incluso aquí en Europa se habla de las condiciones desastrosas en California: la criminalidad es elevada, los asaltos forman parte del día a día y el clima social lleva años deteriorándose, marcado por la agresividad y la desconfianza.
Lo ocurrido en Los Ángeles es un símbolo sombrío del declive moral que estamos presenciando en algunas partes del mundo occidental. Es urgente adoptar una postura firme y clara contra la violencia y la destrucción, vengan de donde vengan políticamente. Resulta casi ridículo que el gobernador, en lugar de enfrentarse a estos problemas graves, haya decidido arremeter contra su propio presidente.
Michael Ayten. Tréveris (Alemania)
Los gestores de la miseria
Creo que el nuevo sucesor de Pedro debe aplicar las máximas del santo. Al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios. La religión católica no debe enredarse en la política, porque luego pasa lo que pasa, y lo que ha pasado es que la mediación beneficia a unos y perjudica a otros. Y cuestiona lo que nos dijo Jesucristo: amaos los unos a los otros.
El nuevo Papa debe sacar su madera de párroco y cantar las verdades del corazón de los más débiles, con mucha claridad. Se debe preocupar por los países arruinados y mal gestionados, a pesar del esfuerzo y la solidaridad de los ciudadanos. Los políticos que se limitan a gestionar la ruina no pueden ser hombres sin escrúpulos que pasen por alto los sacrificios del pueblo y las ayudas de otros países para sacarlos de la miseria. Los políticos que llevan a un país a esa situación de deuda deben tener una responsabilidad y ser juzgados, no solo por los ciudadanos en las urnas, sino también por la Justicia, por llegar a extremos de esclavitud, y un esclavista debe de ser encerrado.
Un camino a base de créditos y deuda no termina nunca: te conviertes en un esclavo de la deuda, ya que las deudas hay que pagarlas de una forma o de otra.
Esperemos que el nuevo Papa se preocupe de las deudas de los países pobres, y a los dirigentes que los endeudan les cante las cuarenta en el corazón, para que no tengan que pagarlas de una forma violenta.
Máximo de la Peña. Salamanca
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