Crítica DE:
'La gran fábula del capitalismo' en el CondeDuque: sin cadáver, no hay crimen
MADRID: COLECTIVA
Lección de Valentín Roma en CondeDuque de cómo otro arte crítico no combativo es posible. Eso es 'La gran fábula del capitalismo'
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Es esta muestra en la Sala de Bóvedas de CondeDuque una de esas exposiciones que la matan a la chita callando. Pequeña pero explosiva. Amable, pero de dientes afilados. No en vano, gira en torno a esa famosa frase atribuida, por unos, a Fredic ... Jameson y, por otros, a Slavoj Zizek según la cual es más fácil imaginarse el fin del mundo que el del capitalismo. ¡Y mira que hay artistas que se han empeñado en atacar al sistema, de frente, como cabestro embistiendo en toriles!
Para 'La gran fábula del capital' (título que no deja de tener un doble sentido con retranca), su comisario, el actual director de La Virreina en Barcelona, Valentín Roma, prefiere entrar suavecito, escarbando con la cuchara en el muro, poquito a poquito, a ver si al final colapsa, mejor que ponerse como un energúmeno bramando en el desierto. La selección de artistas a los que convoca despliegan sus estrategias no tanto desde el activismo o el denominado 'arte político', sino aferrados a los subterfugios que el propio sistema les ofrece para enarbolar armas más cercanas a la risa, al humor, a la ironía, también a la paradoja, que a la proclama o el machete.
La pregunta está en el aire
Así se puede seguir fantaseando, de una forma pragmática, con el ocaso del capitalismo desde «un idioma que hace frente a los lenguajes normativos, las terminologías financieras y las nomenclaturas mercantilistas invocando la discrepancia y la vulnerabilidad» y desde las posibilidades que brinda la poesía.
A la vez, el comisario lanza una segunda pregunta, no menos pertinente que la tesis que sostiene su propuesta (la primera con Marta García Ramos como programadora artística en CondeDuque, y de las pocas de producción propia en este espacio, específica además para sus complicados entornos), que aparecerá de vez en cuando entre las obras exhibidas de una manera más o menos evidente, como es el preguntarse sobre la utilidad de la labor del creador en sociedad: ¿Para qué sirve un artista? ¿Puede el arte influir en la realidad o sus posiciones serán siempre retóricas que terminan replicando lo que denuncian?
En este punto, Roma recuerda a la Adrienne Rich de 'Arden papeles en lugar de niños'. Entre sus versos, estos: «El conocimiento del opresor / es el lenguaje del opresor / y sin embargo lo necesito para hablarte». Ese «sin embargo» es para el comisario la clave, pues necesitamos seguir imaginando, necesitamos seguir creando lugares que reprogramen el sistema introduciendo en el variables a modo de pequeños 'hackeos' que resitúen el debate.



Cuenta la propuesta con una nómina reducida pero interesante, en la que se alternan los nombres históricos, con agentes provenientes de otros ámbitos y autores que merece la pena conocer. Se accede a la misma desde uno de esos 'padres de la contemporaneidad' como es Joseph Beuys, autor fetiche para Roma como Barbara Hammer. A ambos les dedicó monográficas en Barcelona.
Representa perfectamente el alemán esa idea del artista como activista (o 'activador' de situaciones) pero también al 'clown'. De esta manera, el cinismo será su herramienta para pervertir el orden en la esfera pública. De hecho, la muestra incluye documentación de su proyecto para Documenta 5. Beuys fue de los primeros que se dieron cuenta de la posibilidad de convertir los macroeventos artísticos internacionales en dispositivos políticos. En esa cita creó una oficina para sustituir la democracia representativa por una democracia directa basada en el diálogo. En un primer momento, la idea resulta atractiva... Hasta que nos damos cuenta de que las decisiones finales se tomarán en combates de boxeo sobre un ring. No hay mucha distancia entre Beuys, figura fundacional pero llena de sombras, su populismo y el de Miley, Bolsonaro o Trump.
Suavecito
Girando por uno de los brazos de esta Sala de Bóvedas topamos con el colectivo británico Leeds Animation Workshop compuesto por mujeres de distintas disciplinas (artistas, antropólogas, dramaturgas...), que con sus audiovisuales de animación manejan, con un aspecto simplón y naif, materiales y contenidos inflamables. En Madrid se recoge cuatro de sus grabaciones (una por cada una de sus décadas de existencia) en las que se abordan cuestiones candentes como la necesidad de servicios públicos ('Who Needs Nurseries?'), el acoso sexual ('Give us a Smile'), la segregación racial y el 'bullying' ( 'A World of Difference') y la homofobia en el ámbito laboral ('Out of Work'). El mensaje, en todos los casos, entra sin que nos percatemos.
A su lado, Esther García Llovet, procedente del ámbito literario, denuncia la especulación inmobiliaria en una cinta con una atmósfera tan fantasmagórica como la de sus novelas. En ella pone a la venta rotondas y parterres para sacarles un beneficio especulativo.

Es al final del segundo brazo que volvemos a topar con dos históricos de excepción: la mencionada Hammer (capital para entender cómo se articularon las disidencias lesbianas desde los ochenta; también, la visibilización de enfermedades como el cáncer en 'A Horse is not a Metaphor'. Tendrán que volver varias veces) y Alexander Kluge, el último cineasta europeo de autor, que en los 80 se dio cuenta del poder de la televisión para inocular mensajes culturales. Aquí se recogen algunos de sus 'Filmes de 1 minuto' y entrevistas.
Nos quedará por mencionar a Max de Esteban, que también desde la animación critica la ingeniería financiera de las empresas para evadir impuestos (una mesa recoge textos y objetos, fuentes de inspiración, tal vez innecesaria), análisis que se extiende a sus fotos de la serie OCDE; y Marco A. Castillo, ex Los Carpinteros, cuyas esculturas empañan los supuestos logros del proceso de modernización en la Cuba posrevolucionaria.

'La gran fábula del capital'
Colectiva. Cuatro estrellas. Centro Cultural CondeDuque. Madrid. C/ Conde Duque, 13. Comisario: Valentín Roma. Hasta el 14 de abril
El capitalismo no está muerto. Pero acaso, los artistas participan de su parranda. La 'fiesta' es sin duda en el CondeDuque.
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