CRÍTICA DE:
'Pueblos de colonización. Miradas a un paisaje inventado', en el Museo ICO: La gran utopía rural española del siglo XX
ARQUITECTURA
El Museo ICO, en Madrid, reconstruye la historia de los pueblos de colonización españoles, el valor patrimonial y la memoria de sus gentes
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Entre los años 1943 y 1971, en España se erigieron cerca de 300 nuevos pueblos. Esta monumental operación urbanística, que movilizó a unas 60.000 familias y propició una transformación radical de nuestro paisaje rural, fue obra del Instituto Nacional de Colonización, creado ... en octubre de 1939, recién concluida la Guerra Civil.
Sus tres décadas de labor han sido estudiadas con detenimiento por Ana Amado y Andrés Patiño, cuyo trabajo de campo se plasmó en el libro fotográfico 'Habitar el agua: la colonización en la España del siglo XX' (Turner, 2020). Ahora, todas las aristas de su investigación se despliegan en las salas del Museo ICO en una exposición que revisa las formas de aquella arquitectura y da voz a quienes la habitaron.
Lo perdido, lo que queda
Los comisarios han explorado lo diseñado, lo construido, lo perdido y lo conservado. En su revisión de los orígenes financieros del proyecto, han localizado documentos inéditos procedentes del archivo del Banco de España. Se ha intentado esclarecer el difuso y disperso catálogo de obras de arte contemporáneo relacionadas con este patrimonio arquitectónico. A través de la prensa de la época, han puesto de relieve la función propagandística de la foto oficial, con la constante presencia del caudillo y el uso de los nuevos pueblos como escenarios para los rituales franquistas. Con este amplio y heterogéneo material, se ha conformado una perspectiva caleidoscópica donde se alternan luces y sombras.
La tarea del Instituto Nacional de Colonización es presentada, en general, como una encomiable labor que sacó de la pobreza a miles de familias en la depauperada España de posguerra mediante una intensa política de obras, incluyendo la construcción de miles de kilómetros de acequias y canales. Sin embargo, esta empresa también mostró notables limitaciones: entre las más relevantes, la disfuncionalidad de su política de riegos, que sobre todo benefició a los grandes propietarios cuyas tierras no fueron expropiadas, pasando de secano a regadío gracias a la intervención estatal.
Las características básicas del pueblo de colonización fueron planteadas por José Tamés Alarcón, director de la sección de arquitectura del Instituto, quien supo rodearse de técnicos y arquitectos de primer nivel, como José Luis Fernández del Amo. Ambos establecieron unas normas de diseño atractivas, razonables y, hasta cierto punto, abiertas a la experimentación. Los mejores resultados proceden de aquellos proyectos que lograron mezclar una voluntad renovadora con las esencias de una arquitectura popular y anónima, con el empleo de materiales locales y unas formas alejadas de los grandilocuentes modos de los estilos históricos.
Esta discusión entre tradición y modernidad fue encabezada por un grupo de jóvenes arquitectos que pronto se convertirían en figuras esenciales para la renovación de la retórica constructiva española. Sus nombres se encuentran estrechamente ligados a los pueblos que diseñaron, verdaderas obras referenciales dentro de su legado: entre otros, Vegaviana (José Luis Fernández del Amo), Esquivel (Alejandro de la Sota), Algallarín (Carlos Arniches), Llanos de Sotillo (José Antonio Corrales), El Priorato (Antonio Fernández Alba) o Sacramento (Fernando de Terán).
Arte e Iglesia
La exposición también dedica un amplio capítulo a uno de los aspectos más insólitos de los pueblos de colonización: la presencia, dentro de sus parroquias, de artes plásticas no figurativas y alejadas de la línea estética marcada por el régimen. Resultaron inevitables las polémicas con la iglesia, que la cita rememora a través de episodios especialmente sonados, como los sufridos por Manuel Millares o Pablo Serrano. Un capítulo aparte lo constituye la importante e inusual presencia de mujeres: Delhy Tejero,Teresa Eguíbar, Menchu Gal o Isabel Villar, entre otras, produjeron esculturas, objetos litúrgicos, vidrieras o cerámicas para las iglesias de los nuevos pueblos.
La exposición dedica un capítulo específico a las fotografías de Joaquín del Palacio 'Kindel' (1905-1989), considerado el mejor intérprete de aquellos muros encalados. Sus imágenes han sido una referencia clave para los comisarios durante su travesía de siete años por las carreteras secundarias que atraviesan la España rural y despoblada. Este viaje, que en un principio se centraba en la exploración del urbanismo y sus formas, culminó con el descubrimiento de sus habitantes.
'Pueblos de colonización. Miradas a un paisaje inventado'
Museo ICO. Madrid. C/ Zorrilla, 3. Comisarios: Ana Amado y Andrés Patiño. Hasta el 12 de mayo. Cuatro estrellas
Mayoritariamente, se trató de una colonización promovida entre humildes familias numerosas españolas de probada «buena conducta», y era habitual que procedieran de los alrededores del lugar donde se asentaba el nuevo pueblo. El tríptico audiovisual que cierra la exposición documenta los rostros, las opiniones y los recuerdos de algunos de ellos.
Sus testimonios son cruciales para comprender el pasado de aquella empresa, al tiempo que ayudan a comprender mejor algunas de las problemáticas que hoy persisten en nuestros entornos rurales.
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