Suscribete a
ABC Premium

todo irá bien

Truly

Él sabe cuánto le quiero y cuánto aborrezco la retórica de la selva, tan embrutecedora, tan humillante

Israel y América

Flores para Alberto

Salvador Sostres

Esta funcionalidad es sólo para registrados

Deploro el campo pero le quiero y accedo a ir a cenar con su familia a su casa, en medio del bosque, de la nada, aquí los niños, me dice, están en contacto con la naturaleza y me muestra un conejo que les ha ... comprado, y cómo Truly vive más libre y más contento que los perros de piso en la ciudad, tan aburridos en el sofá, mi amigo enciende el fuego, barbacoa de carbón, sirve el vino, vienen los niños a saludar, y la mayor habla conmigo y me enseña una cabaña que ha construido sin ayuda de nadie, pequeños logros rurales, es otra medida del éxito, me dice el padre, otra manera de vivir, es la mejor decisión que he tomado en años. Es extraordinario, ¿no te parece?, es extraordinario. ¿Lo ves? Aquí, de noche, cenando, se ven las estrellas, se oye el sonido de los insectos, el aire que pasa entre las ramas, el crujir de las hojas secas y la pinaza bajo los pasos; y agotada la primera botella mi amigo empieza a poner la carne en la parrilla y de repente del cielo oscurecido, punteado con estrellas que efectivamente se ven desde donde estamos, baja un águila vertical como un relámpago, concreta, letal y nos damos cuenta de lo que pasa cuando ha vuelto a levantar el vuelo con Truly entre sus garras. Se para en un árbol cercano, el águila muy joven, nerviosa, precipitada, se le cae el conejo del árbol, el padre se acerca y la espanta, corre a salvar al ídolo, la madre grita a los niños que no vayan, Truly al principio parece que aún vive y sí, pero en realidad sólo son espasmos, si yo fuera un hombre de campo, me dice mi amigo algo apurado, lo mataría para que no sufriera, pero no soy un hombre de campo, de modo que por no ver su final tan desagradable, ni que sus hijos lo vean en la distancia, lo envuelve en una página de periódico, lo dejamos ahí un rato, consolamos a los niños, un drama, dos se van a dormir sin cenar, el otro jura que nunca más volverá a comer carne y el padre anuncia: compraremos otro conejo y le compraremos una jaula para que no puedan llevárselo las águilas. Me mira, le miro. Él sabe cuánto le quiero y cuánto aborrezco la retórica de la selva, tan embrutecedora, tan humillante; y que contra la cursilería de lo natural, la inteligencia es conquistar, someter domesticar, sintetizar: ésta es la medida del Hombre consciente de su semejanza y de su genio creador. Éste es el único y verdadero diálogo con Dios.

Artículo solo para suscriptores

Esta funcionalidad es sólo para suscriptores

Suscribete
Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación