La Alberca
Matemáticas enfermas
Hay ponentes del examen de Selectividad que lo suspenderían, lo que han hecho es muy perverso

El examen de Matemáticas de la Selectividad, o como se llame ahora, es obra de una persona frustrada. Amargada. Triste. Los propios profesores de la materia coinciden en que esa prueba está diseñada para cazar a los alumnos, que es un objetivo imbécil por parte ... de cualquier autoridad, pero más aún por parte de un docente, que tiene la obligación de transmitir valores. Quien elabora un examen de una materia que no ha sido capaz de enseñar en clase es sencillamente un fracasado. Pero lo peor es que los participantes de la ponencia elegidos por la Consejería de Educación no están dispuestos a admitir la barbaridad que han hecho. En el comité de evaluación han dado instrucciones de que no se pase la mano. Y aquí es donde ya la responsabilidad se eleva a la consejera, María del Carmen Castillo, que de momento sigue de perfil.
Circula por los ámbitos docentes una teoría que a Castillo le convendría desmentir cuanto antes. Esta hipótesis sostiene que se ha levantado de manera premeditada un dique contra los alumnos que quieren estudiar carreras sanitarias. Según esta conjetura, la mayoría de ellos ha elegido la asignatura conocida como Matemáticas II en la PAU. Y teniendo conciencia de ello la Administración, ha decidido dar el palo justo ahí. El motivo sería bajar la nota general e invisibilizar la brecha que existe entre la numerosa cantidad de estudiantes que quiere estudiar Medicina y las escasísimas plazas que el sistema universitario andaluz oferta. Insisto, Castillo está tardando en explicar esto. Y digo más: algunos de los autores del examen deberían demostrar que son capaces de hacerlo en el tiempo que dan a sus alumnos. Apuesto a que habría sorpresas. Son muchos los profesores muy cualificados que repiten que la prueba era muy compleja, que tocaba un tema que no aparecía desde hacía nueve años y por el que se pasa de largo en el actual Bachillerato.
Andalucía tiene serios problemas de atención sanitaria y de fuga de talentos. Trasladar su incapacidad para ampliar la oferta sanitaria educativa a la prueba de acceso a la Universidad para impedir el paso a los aspirantes vocacionales es un disparate de dimensiones abismales. Una execrable perversión. Pero en el caso de que esta hipótesis no fuese correcta, sí lo es la conclusión general: es lamentable generar frustración en las generaciones de las que depende nuestro futuro. Hay que fomentar la responsabilidad, la formación seria, la competencia y el esfuerzo, por supuesto que sí. Y hay que combatir la cultura de los aprobados generales, de la rebaja de exigencias y del igualitarismo por abajo. Pero tan mala es una cosa como la contraria. Los jóvenes están cada vez más resignados a buscarse la vida fuera, no tienen acceso a la vivienda, necesitan un currículum académico sideral para acceder al mileurismo. Y a todo eso le estamos sumando un deliberado freno a las vocaciones. Que hable la consejera, por favor. Y que resuelva esta ecuación antes de toda una generación se ponga de acuerdo en el resultado.
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