La decepción por una obra 'inacabada'
Luz Arcas puso en escena en el Festival de Itálica 'Nana para Emmy Hennings'

Crítica de Danza
'Nana para Emmy Hennings'
- Baile, coreografía, vestuario, espacio escénico: Luz Arcas
- Dramaturgia: Pedro G. Romero
- Cante: Inés Bacán
- Umbráfono: Enrique del Castillo
- Festival de Itálica Día: 7 de junio de 2025
He tenido que respirar varias veces al terminar el anunciado estreno de Luz Arcas en el Festival Internacional de Danza de Itálica para comprender lo que allí había pasado, tras 35 minutos de espectáculo, o mejor dicho de performance.
Vaya por delante que Luz Arcas es una de la más interesantes creadoras y bailarinas de la escena nacional, de obras tan brillantes como 'Trilla' o 'Mariana', por eso aún duele más contemplar espectáculos en los que no se ve la brillantez ni de la coreógrafa e intérprete, ni del autor de la dramaturgia, Pedro G. Romero, de quien podemos leer en el programa lo siguiente: «Esta Nana para Emmy Hennings es una pieza de interrogaciones, de palabras mudas que hablan. No se asevera nada, no se representa, simplemente se bucea en un mundo en el que los muertos no están muertos. La inteligencia corporal de Luz Arcas se manifiesta ahí».
El problema es que ahí no se manifiesta nada, y no lo hace porque la obra, anunciada con una duración de 50 minutos, dura 35, es decir, parece que no han llegado a término a la hora del estreno y han presentado un 'work in progress' más propio de las salas de un museo que del escenario de un festival de Danza.
Quizás por eso se nos indica también en el programa que la pieza está inspirada en la performance dadaísta Emi Hennings fundadora del Cabaret Voltaire.
En efecto, según reza en el programa, «Nana para Emmy Hennings surge de 'La mesa que habla', pieza de vídeo arte de Pedro G. Romero interpretada por Luz Arcas, que se ha presentado en vivo en la sala Kadist de París, la galería Alarcón Criado de Sevilla, el Museo Reina Sofía de Madrid, el Centro de Cultura Contemporánea Condeduque de Madrid y el Teatro Cánovas de Málaga». Imagino que ése sí sería su sitio.
Pues muy bien, lo que anoche pasó fue la gran decepción de sentarte en una butaca para, confiada en la brillantez de una artista sólida como Arcas de quien ya conocemos varias creaciones, sentir que estámos viendo una obra que parece inacabada, que no se ha llegado a desarrollar la dramaturgia, y que ni incluso la siempre flamenquísima y añeja voz de Inés Bacán, que participa en la pieza, nos ayuda a no caer en la decepción.
El público que asiste a Itálica habitualmente es un público informado, incluso de la profesión, y la presencia de Luz Arcas atrajo a mucha gente que es fiel a los espectáculos de Danza. Esta vez no pudo ser. Pienso que ningún creador tiene la varita mágica del éxito, pero al subirse a un escenario al menos hay que desarrollar en la totalidad el proyecto, porque el que vimos en el Cortijo del Cuarto parece inacabado.
Tras unos primeros quince minutos donde Arcas maneja a golpes una cadena sacando sonidos de las piezas metálicas del suelo, sale Inés Bacán que enlaza varios cantes seguidos con su sabiduría flamenca, mientras, la coreógrafa mueve una mesa y luego la rodea de plástico negro, para después volver a moverse por el escenario con elementos como un gran espejo redondo componiendo figuras, hasta que abruptamente el espectáculo termina. Dudas y desconcierto del público al iniciar un débil aplauso. Han pasado 35 minutos.
Imagino que como esta pieza está programada para la Abadía en Madrid en octubre, allí llegará terminada y cerrada. El público del festival de Itálica no ha tenido esa suerte.
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