La politización de los católicos españoles
No hemos dejado de lado esta herencia del siglo XIX que emerge en momentos de crisis

Lo ocurrido esta semana a las puertas de la Conferencia Episcopal, con grupos de católicos, como dijo el portavoz de los obispos en la rueda de prensa, «con distintas, con diversas, pertenencias eclesiales o extraeclesiales», que lo mismo gritaban, que insultaban, que rezaban el rosario, ... que leían un manifiesto, plantea varias cuestiones que deben interpelar a la conciencia cristiana. No es descartable tampoco que entre los que estaban en la calle Añastro haya quienes se consideren ateos o agnósticos, interpelados por un acuerdo sobre la Basílica del valle de los Caídos, la Comunidad Benedictina y los signos religiosos exteriores, que les parece una claudicación. Pero por sus expresiones estos últimos no representaban una mayoría.
El proceso de secularización intensiva en España que está padeciendo la Iglesia apunta hacia lo que algunos analistas denominan la sociedad de los tres tercios. Un tercio de ateos-agnósticos-indiferentes, un tercio de creyentes en otras religiones (Islam) y un tercio de católicos. Dentro de este último hay que señalar a un grupo desafecto eclesialmente, al que se le acusa de que su fe está instrumentalizada, principalmente por VOX. La politización de la fe, y de los católicos, es una herencia del siglo XIX que aún no hemos dejado a un lado. Un fenómeno que emerge en momentos de crisis con un protagonismo destacado de los medios de comunicación, ahora las redes sociales. Momentos históricos en los que se produce, por un lado, una amenaza exterior que pretende deslegitimar lo católico y su capacidad de contribuir al bien común, junto con cierta confusión de ideas y criterios de la relación entre la fe y lo político y también una ausencia de liderazgos eclesiales. Aunque pensemos que sólo existe politización o ideologización de la fe en la derecha, apelando a la nostalgia de regímenes de cristiandad, también existe en la izquierda, ahora con menos relevancia.
Pero como esa politización lo es de las dimensiones sociales de la fe, se diluye con añadida cierta complacencia. Resulta prioritario recuperar la doctrina de la «Gaudium et Spes» del Vaticano II para dar respuesta adecuada a un proceso que se agudiza.
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